8 de septiembre de 2008

El Diablo Enamorado


Álvaro es un joven español hijo del gentilhombre Bernardo de Maravillas y de doña Mencía "la mujer más religiosa y respetable de Extremadura", que se encuentra ejerciendo como capitán de la guardia del Rey de Nápoles. Hasta ese momento, su vida transcurre entre las obligaciones de su cargo y algunas diversiones compartidas con sus compañeros, como el juego y las mujeres, que terminan con sus recursos económicos con frecuencia, dejándolos encerrados en sus cuartos enfrascados en animadas conversaciones filosóficas. En uno de estos encuentros, Álvaro conoce a Soberano, un viejo holandés que se le propone como maestro aludiendo a un saber superior al del resto de los mortales, que podría colmar la inmensa curiosidad del joven. Empiezan así una estimulante relación, que pronto les lleva a hablar de la religión que profesa el viejo, y que le permite un cierto dominio de los espíritus. Álvaro pide insistentemente entrar en contacto con tales espíritus, haciendo gala de un impetuoso e imprudente deseo de dominarlos él también: de "tirar de las orejas al diablo". Ante pretendida seguridad, Soberano accede y prepara el encuentro en las ruinas de Portici, junto a otros dos amigos. Allí, bajo una bóveda oscura y alejada del exterior, Soberano dibuja un circulo con algunos caracteres en el suelo, y le propone a Álvaro ocupar su centro para desde allí, llamar a Belcebú. Tras darle la fórmula de evocación, dejan a nuestro protagonista solo en las tinieblas y muerto de miedo. Aún así, se afianza en su posición, y hace su invocación a Belcebú. Efectivamente, éste se presenta en forma de enorme y horrible cabeza de camello y responde a la evocación con un: "¿Che vuoi?". Viéndose obligado a dominar su terror, Álvaro se impone y se dirige al fantasma en términos de esclavo que debe someterse a quien le invoca, su amo. El diablo sigue el juego, y la cabeza de camello termina convertido en el que Álvaro bautizará como Biondetto/a, ambiguo personaje que asistirá en todo al cada vez más audaz joven. Sus ordenes inmediatas serán organizar un gran festín para sus amigos. Así se hará ante el gran asombro de los caballeros que, por otra parte, ya advierten al joven del precio que tendrá que pagar por su audacia. Álvaro sin embargo sigue aún bajo la sorpresa y sin saber cuales son los tratos que le llevan a obtener tan distinguidos favores, aunque presume inocentemente que se tratará de algo breve y pasajero. Lejos de lo que él cree, este ambiguo personaje Biondetto/a, le seguirá a partir de ahora de forma servil atendiendo a todos sus deseos, hayan sido éstos formulados explícitamente o no. Todo empezará la misma noche tras la extraña experiencia, cuando Biondetta le implora a Álvaro quedarse a dormir en su cuarto por el miedo a los comentarios de la gente que la verían salir tan tarde de los aposentos de un hombre. Esto toca un punto crucial para Álvaro que no puede más que ceder ante tal petición: " (...) cuando mi madre me dio mi primera espada, me hizo jurar sobre la guarnición servir toda mi vida a las mujeres y no disgustar a ni una". Ahora bien, accede a condición de que se ponga en un lugar de la habitación donde no la pueda ver ni escuchar, y le advierte de que "ante el primer movimiento capaz de inquietarme exageraré el tono de mi voz para preguntarle a mi vez, ¿Che vuoi?". A partir de aquí, poco a poco Álvaro se ve sumido en un mar de deseos, dudas y pensamientos que le atormentan alrededor de su nueva compañera, su peculiar belleza y sus orígenes.
Biondetta le da a entender que ante su actitud heroica la noche anterior queda prendada de él y decide devenir mortal. Ella se ha degradado por él y ahora él le debe protección. Álvaro a su vez, sólo le pregunta angustiado si podrá separarse cuando lo desee, a lo que le responde que sólo hará falta un acto de su voluntad. Enseguida Biondetta organizará todo para que Álvaro pueda pagar sus deudas y partir de viaje con ella, mientras el joven se deja llevar sumido en un extraño sueño, hasta que despierta en una hospedería de la plaza San Marco de Venecia.
Como no podía ser de otra manera, tenemos a nuestros protagonistas en Venecia justo durante la celebración de sus carnavales, permitiéndole a don Álvaro cierta relajación en sus torturantes e incesantes pensamientos alrededor de todo lo que le sucede. Uno de los encantos que ofrece Venecia, es la presencia de sus cortesanas, y entre ellas será Olympia la encargada de desencadenar el momento trágico que dará un vuelco al relato. La tal Olympia cae también perdidamente enamorada de Álvaro, y en su locura espía al caballero y a su ambiguo acompañante. Tras descubrir que se trata de una mujer y entender su presencia como la de una rival, nace en ella una ira incontrolable. Cuando don Álvaro y su séquito embarcaban hacia Brenta donde pretendía esconderse de su amante perseguidora, Biondetta es acuchillada por una figura con máscara ante el estupor de todos y con ayuda de otro personaje que remite a Bernardillo, uno de los dos amigos de Soberano. En este punto da un brusco viraje nuestra historia. Álvaro comprueba, ante el cuerpo malherido, que su acompañante es una mujer, y cae perdidamente enamorado de Biondetta.
Tras la recuperación de ésta, y después de haberle declarado su amor, Álvaro se la lleva a Brenta donde la colma de todos los cuidados con el solo objetivo de complacerla. Pronto le pide también que le clarifique sus orígenes, su naturaleza que no alcanza a comprender tras la experiencia de la cueva de Portici. Así pues, Biondetta le cuenta que ella es una sílfide, y que renuncia a su naturaleza fantástica para devenir mujer y amarlo a él para siempre, a la vez que, disponiendo de saberes sobre esta otra esfera, instruirlo y convertirse juntos en los reyes del mundo. Ya tenemos la segunda proposición de instrucción fantástica que fascina a nuestro protagonista. Ahora bien, esta segunda tiene a su vez otro precio. Biondetta pretende que antes de entrar en dicha instrucción, él se le entregue absolutamente. En este punto se hace definitivamente presente doña Mencía. Álvaro fiel a sus convicciones le responde que ante todo debe casarse, que es lo que quiere su madre, y que para poder hacerlo ésta debe dar su consentimiento, así que mientras tanto, él debe respetarla. En un discurso sin desperdicio, Biondetta despliega todo tipo de argumentos en contra de tal prejuicio, para finalizar encolerizada con un: "No me he convertido en mujer para nada". Sin dar respuesta a eso, Álvaro decide viajar a Venecia y una vez allí, sufre un fuerte impacto al contemplar en una tumba escultórica monumental dentro de una iglesia, la cara de su madre en lugar de la del difunto. Cree entender de ello que debe poner distancia entre su pasión y él, y que cuanto antes debe ponerse bajo amparo de su santa madre. Dispone pues un viaje urgente hacia España, dejándole a Biondetta una carta en la que alude a los deberes que tiene que atender en nombre del honor y de la sangre, y dinero suficiente para hacer frente a todo lo necesario durante su ausencia. Evidentemente, ella no tardará en aparecer de nuevo en el camino del atormentado joven. A partir de este momento el viaje de la pareja se ve truncado por infinitas dificultades. Una vez ya en España, y antes de poder llegar al castillo de Maravillas, sufren un último accidente que les lleva a pedir alojamiento en una granja en la que se celebra una boda. En medio de la excitación de los bailes que Biondetta parece disfrutar como nadie, Álvaro tiene su último encuentro con un saber superior, esta vez a través de dos gitanas que le insinúan, tras previo pago evidentemente, que su felicidad está a un paso de él. Esa noche, Álvaro no puede reprimir su propia pasión y se entrega a Biondetta finalmente. La sorpresa no se hace esperar, y llegamos a la presentación definitiva por parte de su amante: "Biondetta no debe bastarte: ese no es mi nombre: tú me lo pusiste: (...) pero es necesario que sepas quien soy... Soy el diablo, mi querido Álvaro, soy el diablo..." Álvaro aún se resistirá breves momentos en su distracción voluntaria, hasta que ya estando sumido en un gélido terror, Belcebú le aclara la situación que él rehuye ver: "Has venido a buscarme (...), he hecho lo que tú has querido. Sabías a quien te entregabas, y no podrías escudarte en tu ignorancia. (...) Ahora debo mostrarme a ti tal y como soy". Aquí surge la terrible visión de nuevo. El cuarto se ilumina, las paredes aparecen llenas de horribles caracoles, y a su lado descubre la espantosa cabeza de camello que repite una vez más: "¿Che vuoi?" mientras nuestro héroe se esconde bajo la cama aterrorizado. A la mañana siguiente Álvaro se encuentra solo en la habitación y sin más demora decide dirigirse hacia su anhelado destino para cobijarse bajo la salvaguardia de su respetable madre. Ésta tras escucharlo con paciencia y atención, hace llamar al venerable doctor Quebrantacuernos, que hará el diagnóstico final. Efectivamente, don Álvaro ha sido seducido por el espíritu maligno tras provocarlo él mismo. Ahora bien, éste no ha podido corromperlo del todo gracias a los remordimientos que sufría el joven. Pero no hay que bajar la guardia, ya que lo ha dejado suficientemente turbado, mezclando la verdad y la mentira, el sueño y la vigilia, como para atacar de nuevo si se le da la ocasión. Finalmente el sabio Quebrantacuernos descarta el empeño de don Álvaro de ingresar en un monasterio, y en su lugar le propone que establezca lazos legítimos con el otro sexo bajo la supervisión materna, y "por más que aquella que reciba de la mano de su madre tenga las gracias y los talentos celestes, no caerá usted jamás en la tentación de tomarla por el diablo

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